viernes, 11 de diciembre de 2009

Las relaciones libres




Puede haber diferencias entre los seres humanos, pero no separación.

Y vivir es relacionarse, no solamente con nuestro interior sino con el resto de la vida, y relacionarse con el mundo del que estamos rodeados formado por personas que piensan, sienten y cambian a menudo de parecer. 

Nos gusta hablar de paz, de amor, de armonía, pero si seguimos  absortos entre juicios y divisiones, hiriendo o sintiéndonos heridos, generando resentimientos o iras, no estaremos encarando el origen de nuestras contradicciones. 

Si vivimos "dormid@s" y enfrascad@ en "lo mío", ocupados en mantener nuestra comodidad y defendiendo todo aquello que nos gusta, no tendremos tiempo ni energía para descubrir esa otra parte de la vida que queda por descubrir. 

Pero si somos sensibles, y vemos lo necesario de saber relacionarnos con el resto del mundo, tendremos que movilizar la energía necesaria para impulsar un cambio en nosotros.

Para empezar, ¿Nos hemos parado a observar, sin juicios, como nos relacionamos? Porque quizá estemos llamando relación a lo que sólo es una reacción. Estamos llamando relación a un movimiento que se comienza desde la mente, desde una imagen que hemos creado de nosotros, con ese "me gusta y no me gusta", con nuestros hábitos y condicionamientos. Una imagen que ponemos en marcha en el momento que nos acercamos a alguien, o alguien se acerca a nosotros, y en la que interponemos nuestras preferencias o antipatías, ante lo que dicen o como lo dicen, o antes siquiera de que lo digan. Y cuando alguien nos crispa o incomoda, buscamos como eludir o enfrentar dicha resistencia. Y nuestras relaciones se van convirtiendo en eso, en un ajuste de resistencias. 

Pero una visión más profunda nos hace ver que esos problemas que vemos fuera, son creados por nosotros, son creados por el ego a través de esa continua elección entre lo que queremos y lo que no queremos. Queremos que cambien las personas,  que cambien las situaciones, que cambie la sociedad, pero nos olvidamos del creador del problema, nos olvidamos de ese "yo", de ese "ego" que es el que origina el conflicto con su filtro de colores hecho de memoria y de condicionamientos. 
Y mientras persista la identificación con el cuerpo y con la personalidad, estamos condenados a seguir viviendo en la cárcel que hemos construido. 

Descubierta ya que toda relación que parte de la mente y de sus condicionamientos trae consigo la semilla del conflicto y que cualquier muro que se construya para defenderse, que cualquier personaje desde el que nos queramos relacionar está creando dualidad y dividiendo la energía del universo en "mía y tuya" , tendremos que ver la manera de liberarnos de ello. 

¿Podemos, por lo tanto, comenzar a relacionarnos dejando atrás lo que conocemos, dejando atrás la memoria y la seguridad que nos aporta vivirnos como una persona en concreto? 

¿Estamos dispuestos a exponernos a lo desconocido, con sus vientos y tempestades?

Emprender ese camino de desnudez que supone soltar las adquisiciones del ego, nos va a exigir valentía y coraje y un saber vivir en austeridad, la austeridad de no llevar con nosotros la carga del pasado, la carga de una historia.... 

Vacíos ya de posesiones, ese cambio de dirección que supone abandonar la autoridad de la mente, va a provocar un ajuste de energías y una apertura a otra dimensión, la dimensión de SER, la dimensión de la Libertad... Una libertad que permite vivir sin temores, al haber descubierto que nada que provenga del mundo de los objetos puede molestar si no ponemos en marcha las ideas, los apegos o los condicionamientos al respecto. 

Y desde esa conciencia, desnuda de imágenes y de memoria, surgirán unas relaciones sanas con el entorno y con la sociedad, pues aunque ese entorno no cambie, sí ha cambiado la perspectiva y la forma de vivir cada situación.